Antonio Guardiola Aroca, un esforzado industrial en plena crisis del esparto

Pascual Santos López

Cada día que pasa se hace más difícil encontrar la memoria viva de la industria del esparto en las personas que forjaron el pasado de nuestra ciudad. En este caso, gracias a su hija Manuela Guardiola que me puso en contacto con su padre, he tenido la suerte de encontrar a uno de los protagonistas de la historia industrial de Cieza, que con una memoria lúcida a sus 95 años nos ha contado su vida con todo lujo de detalles. Desde este foro agradecer a Antonio, su esposa y sus hijos su ayuda por los recuerdos y documentos aportados.

Antonio Guardiola Aroca, conocido como “El Rojico”, nace en Cieza el 3 de diciembre de 1927 en el seno de una familia humilde de la calle del Cid. Su padre Joaquín era rastrillador, aunque ejerció otros oficios como empleado del Hotel Segura y sereno, hasta que el Ayuntamiento eliminó ese servicio. Su madre Manuela se ocupaba de la casa y cinco hijos, aunque el primogénito murió a los pocos meses de nacer por culpa del sarampión. Antonio fue al colegio del Santo Cristo donde aprendió las primeras letras con don José Garro. Al estallar la guerra, cuando tenía seis años se suspendieron las clases y acompañaba a su hermano a trabajar como hilador de esparto, ayudándole en sus tareas.

Después, recuerda haber asistido a la Escuela Graduada, donde su maestro era don Antonio Mamoreta, del que guarda un bello recuerdo. Como la situación económica en casa no era buena dejó de asistir a la escuela y ganaba algún dinero vendiendo periódicos o novelas por entregas de la Editorial Bruguera, de las que hacía suscripciones. Pero a los 11 años, como tantos niños ciezanos, comenzó a trabajar de “menaor” moviendo la rueda (mena) en la empresa de Antonio Zamorano Fernández, que estaba ubicada en el desaparecido Cabezo Cirujano, en el cruce del Camino de Madrid y el Camino de la Estación, frente al actual Mercadona.

El maestro de hiladores lo sacó de mover la rueda y lo puso a barrer la carrera y, como era chico avispado, enseguida aprendió el oficio de la hilatura haciendo el trabajo de un hombre con solo 14 años. Pasó el tiempo y Antonio se hizo un buen hilador, hasta que se fue al servicio militar a Palma de Mallorca el 11 de abril de 1949. Cuando volvió, en agosto de 1950, comenzó a faltar el trabajo y algunas empresas grandes empezaron a cerrar, por lo que había semanas que trabajaban sólo dos días. Algunos hiladores formaban pequeñas empresas que llamaban boliches. Otros hiladores, que no tenían dinero para comprar esparto picado o rastrillado, como Antonio, ofrecían su trabajo a cualquier empresa en los días que faltaba, yendo de aquí para allá con sus herramientas: la cruz, el ferrete, el urdidor, por eso decían que iban con la cruz a cuestas. Zamorano les dejaba que sacaran la herramienta de la empresa los días que no tenían trabajo.

Antonio pensaba ya en casarse con su novia Joaquina Villa Haro y le pidió a su futuro suegro, que tenía unas tierras en el Argaz, montar un espacio para la carrera de hilar y así poder trabajar por su cuenta los días que no tuviera trabajo en la empresa de Zamorano. Tuvo que comprar una rueda de hilar, aunque eso era fácil, pues como estaban cerrando empresas se vendían baratas y cualquier reparación o incluso nuevas las hacía Perona, que era el carpintero de Zamorano; lo difícil fue comprar el esparto para lo que sacó un préstamo de 960 pesetas en el Banco de Murcia y su suegro le dejó la burra para acarrearlo hasta el Algar. Así comenzaron a hilar él y su íntimo amigo Juan Cano Guardiola, que era como su hermano, pues habían comenzado desde niños a trabajar con Zamorano. De esa forma no perdían el día y servían pedidos a Gabriel Ortiz Aroca y a Manolo Gómez Lucas, más conocido como Manolo Bermúdez, que había descubierto el mercado de las mejilloneras y vendía betas de esparto embreadas.

En la primera mitad de la década de los cincuenta, Antonio compró un rastrillo para que su padre y su hermano le ayudaran a rastrillar el esparto picado que compraba y vendían toda su producción, ya que hilaban con calidad. Por entonces, Andrés Ros Rosa, yerno de Antonio Zamorano, seguía gestionando la industria y Antonio se mudó a trabajar en las carreras de hilar, que tenía en el Camino de la Ermita. El 11 de junio de 1955 Zamorano cerró la empresa y su escribiente, Pepe Morcillo, recibió un pedido de 15.000 kilos de cordelería para hacer capachos en Andalucía y Antonio se hizo cargo, con lo que pudo dar trabajo a doce parejas de hiladores.

Andrés Ros le había propuesto que se quedara con la fábrica, pero Antonio no tenía dinero para pagarla. Además, pensaba que si los grandes empresarios cerraban era porque el esparto no tenía futuro, aunque tenía que seguir trabajando y en ese momento tenía pedidos. De hecho, tenía un nuevo cliente, José Martínez Real “Pepeolo”, al que había presentado una hilatura de calidad y le dijo que de aquello le compraría todo lo que produjera. Consistía en madejas de filete (2 hilos) de 30 metros, cosidas para hacer un rulo de dos paquetes, cada paquete tenía 40 madejas y el rulo 80 madejas, que se utilizaban para colgar plátanos en Canarias.

También, en vísperas del verano hacían muchos vencejos, que eran cuerdas de filete de un largo especial para atar las gavillas de la mies. En verano hacían filete y piola (4 hilos) en madejas de 30 metros para fabricar los capachos de extraer aceite. Pero del local de Zamorano se tuvo que ir con sus dos ruedas de hilar a un local que le dejó Diego Giménez “El Tallero”, donde estuvo un par de meses, hasta que se fue a una hondonada que había debajo de la Estación del Chicharra, donde utilizaba como almacén una chabola de unos seis metros cuadrados que le dejaron. El 7 de agosto de 1955 se casó a pesar de haberse quedado sin el trabajo que hacía como hilador para Zamorano y su primer hijo, Joaquín, nació al año siguiente.

De la Estación se fue a la calle Víctor Pradera, hoy José Planes, a un solar que tenía Francisco Camareta y de allí pasó enfrente en la misma calle, a un local que alquiló a la familia de Mercedes Villena, lindando con los Vidales, que tenían un almacén de trapos y fábrica de borras. Allí dio de alta su industria en 1958 con cinco o seis obreros fijos y muchos más eventuales, que venían a pedirle trabajo, incluidas cuatro mujeres peladoras que prácticamente las empleaba todo el año.

A partir de entonces se imponía la mecanización, por lo que compró cinco caballetes con cuatro cabezales de hilar cada uno, que permitían eliminar al “menaor” que movía la rueda. Pero todavía se mantenía el que corchaba y asistía a los hiladores en la carrera. El caballete, donde trabajaban dos hiladores, hacía la función de la rueda.

El esparto picado o rastrillado lo compraba a los hermanos Pérez Villa y a Juan González Bernal, aunque otras veces Jesús Santos Caballero le picaba el esparto que adquiría. Lo más difícil era reunir el dinero para los carros de esparto y pagar a los hiladores que trabajaban para él, por lo que a veces no podía llevar su sueldo de hilador a casa, que era de unas 200 pesetas a la semana. Aunque eso lo podía hacer porque su mujer Joaquina tenía una tienda donde vendía frutas y verduras que cultivaba su padre.

En 1963 recibió un pedido grande de los Astilleros de Gijón a través de Pepe Morcillo. Se trataba de dos grandes maromas de 54 pulgadas de grosor. Aquel trabajo necesitaba de una instalación muy potente para corcharlo y el encargado de Pedro Piñera le dijo que podría hacerlo en su corche, por lo que se pusieron a trabajar dos parejas de hiladores durante dos semanas. Pero allí no pudo ser. Solo quedaba el corche de la antigua Manufacturas Mecánicas de Esparto, que había cerrado ya, y tenía el motor desmontado. El encargado de Manufacturas, Antonio Segura, le permitió hacerlo, pero Olivares tuvo que instalar un motor de segunda mano que tenía en su taller. Aquello fue un espectáculo, pues todos los viejos maestros hiladores fueron a ver el trabajo. Al fin consiguieron fabricar las maromas con las que aparece Antonio en la fotografía.

Ese año de 1963 registraba su nombre comercial y poco a poco pudo comprar una máquina de rodillos para majar esparto y un terreno y almacén a Pedro Ordoñez, en el Camino de la Fuente, 1, lindando con Pedro Piñera. La idea de Antonio era mecanizar su empresa al máximo posible para ser competitivo y dar calidad al mejor precio. Por eso, siempre estuvo al día de los nuevos inventos que los constructores de maquinaria desarrollaban. Se inventaron máquinas de hilar sentado y nuevas máquinas de majar y rastrillar con las que se avanzaba trabajo y se aumentaba la seguridad.

El 17 de abril de 1968 traslada su fábrica al Camino de la Fuente y compra una nueva máquina laminadora de majar esparto, tipo Marset, de rodillo central y cuatro rodillos satélites con potencia de 10 HP. Por entonces, no le faltaban pedidos, ya que viajaba mucho y estaba en contacto directo con los clientes. Barcelona, Cádiz, Palma de Mallorca. Quizás su secreto era ese, una producción de calidad y una buena política de ventas. En Cádiz tenía dos clientes muy buenos que visitaba directamente: Cordelería Hércules y Astilleros de Cádiz. Vendía pedidos de cien betas y camiones enteros de bobinas.

En Manacor tenía un cliente muy amigo, Guillermo Obrador Morey, que lo hospedaba en las frecuentes visitas que le hacía. Otro cliente, Valentín Díaz Cabezas, le compraba mucha piola y filete. Entre los boliches era conocido como “La Blusa”, pues llevaba una blusa grande de donde sacaba fajos de billetes para pagar en efectivo cuando venía a Cieza.

En febrero de 1974 ampliaba su fábrica de majar esparto con una nueva laminadora, marca Marset, de rodillo central y seis rodillos satélites con 20 HP de potencia, como consta en el proyecto del ingeniero de montes Vicente Jordá Tormo. La idea de Antonio era montar un tren de hilado completo. Por aquellos años, instaló la máquina laminadora, dos bombos de rastrillar, una cardadora que sacaba la mecha de esparto, dos manuares que estiraban la fibra a partir de la mecha, una hiladora de doce husos y una dobladora que permitía corchar cuerda hasta de cuatro hilos. Había conseguido la mecanización total. El hilado mecánico. Aunque mantenía tres máquinas de hilar sentado, pues para determinados trabajos y clientes se seguía hilando manualmente.

El 17 de enero de 1980 Antonio se subió al tejado a reparar una gotera y cayó sobre la cardadora, fracturándose un fémur, con lo que estuvo casi sesenta días en el hospital y muchos más de rehabilitación, dejando la fábrica en manos de su encargado, Pedro Marín Valenzuela, su mano derecha durante 20 años. En 1981 se declaró un incendio en la fábrica ardiendo maquinaria y cubiertas, aunque Antonio pudo seguir trabajando y lo reparó todo, a pesar de la insuficiente indemnización que le aportó el seguro. Pero ya no se encontraba con fuerzas y en 1983 se asoció con los Hermanos Martínez, conocidos como “Cacharreros”, que se lo habían ofrecido. Ese año la empresa Antonio Guardiola Aroca se dio de baja y él quedó como jefe de ventas de los anteriores.

La demanda bajó mucho y se hacía muy difícil trabajar por lo que Antonio llegó a un acuerdo con sus socios para que se quedaran su maquinaria, la que tanto le había costado conseguir, y también los trabajadores fijos que tenía y se prejubiló a los 60 años de edad.

Para terminar, decir que Antonio Guardiola trabajó siempre el esparto y consiguió progresar en una etapa de crisis, durante la que proporcionó trabajo a muchos ciezanos y manufacturó productos de calidad como aparece en el membrete de sus facturas: hilados mecánicos de esparto, betas, filetes, piolas, estropajos FREGOLINA y espartos para escayola, que salieron de la materia prima de los montes de nuestra tierra.

Figura 1.- Antonio Guardiola Aroca en el servicio militar, 10-10-1949.

Figura 2.- Antonio Guardiola y sus obreros, finales de los años cincuenta.

Figura 3.- Antonio Guardiola y sus obreros celebrando el bautizo de su primer hijo, 1956.

Figura 4.- Antonio Guardiola con las betas que corcharon en Manufacturas, 1963.

Figura 5.- Membrete de la empresa Antonio Guardiola Aroca.

Artículo publicado por Pascual Santos López en El Mirador de la Prensa, el 27 de enero de 2023, pp. 6-7 y en Crónicas de Siyasa el 3 de febrero de 2023, pp. 10-11.

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Industrias y marcas de Félix Gómez Castaño

Pascual Santos-Lopez

Hombre muy emprendedor y polifacético, pues se dedicó a muchos tipos de industrias a lo largo de su vida. Comenzaría a principios del siglo XX con la obra pública, las conservas y la imprenta. Para 1918 ya tiene su fábrica de conservas de frutas en el número 40 de la calle Nueva. En 1921 consigue la adjudicación de las obras de reparación, explanación y firme de los kilómetros 1 al 7 de la carretera de Abarán a la del Puerto de la Losilla a Yecla y en 1924 de los kilómetros 117 al 124 de la carretera de Albacete a Cartagena. También iniciaría en 1925 un taller de imprimir con dos máquinas, que en 1930 pasaría a su hermano José María. Como la mayoría de conserveros de Abarán, en ese mismo año ya tenía una fábrica de envases para uso propio. Además, pronto comenzaría con la exportación, ya que para 1933 solicitaba su renovación en el Registro Oficial de Exportadores, con el número 1.910 y domicilio en la calle San Damián, 37 de Abarán.

Como sabemos, la política autárquica de la dictadura dio un empuje extraordinario a la fibra nacional y muchos emprendedores abaraneros montaron fábricas de picar esparto. En febrero de 1942 Félix Gómez se anunciaba como fabricante de espartos y conservas. Para ese año contaba ya con 30 pares de mazos de picar con 37 caballos de fuerza instalada, además de su fábrica de conservas con azúcar. Ese mismo año montaba una balsa de cocer esparto de 790 m3. También en junio de 1942 solicitaba en la Delegación de Industria la ampliación de su fábrica de espartos con 17 bandas de cuatro mazos para una producción de 25 quintales métricos en jornada de ocho horas.

Félix Gómez se percibe como un industrial modernizador pues no paraba de ampliar y mejorar sus empresas. El 26 de enero de 1944 le concedían una marca para distinguir pulpa de albaricoque y melocotones en almíbar; marca que mejoraría y ampliaría el 9 de julio de 1955 a la “F” mayúscula, más conocida, en color rojo y azul, rodeada de doble círculo con sus apellidos en la parte superior y en la inferior la leyenda: “Marca Registrada” y “Murcia-Abarán-España”. También en enero de 1946 solicitaba la legalización de una línea de alta tensión para la electrificación de su finca del Barranco del Moro. La maquinaria e instalaciones serían: la línea de alta tensión, un centro de transformación de 20 KVA de 20.000 voltios a 220/127 voltios y un grupo motobomba para elevación de agua. La producción sería el cocido de espartos y riego para el fomento agrícola.

Pero no solo en Abarán montaría empresas, sino también en Bullas. En noviembre de 1951 nos sorprende con la solicitud de ampliación para instalar en su industria de conservas vegetales, establecida en Bullas, un aparato de sierra de cinta de 100 centímetros de Diámetro para construcción de envases de madera para la misma. La producción sería cajas de envases en cantidad variable. También en su fábrica de conservas de Abarán invertía 1.500.000 pesetas a finales de 1955, con el objeto de ampliar su industria con una máquina de escaldar, dos calderines de baño maría, un calderín de doble fondo, una rebordeadora, una cerradora y una caldera de vapor de 60 m2. Además de legalizar un calderín al baño maría. La capacidad de producción aumentaría en 18.000 kilos diarios. Y en julio del año siguiente invertía otras 792.000 pesetas en otra caldera de vapor más moderna, probablemente de sustitución, pues era también de 60 m2 y la producción no variaba.

No se puede negar que Félix Gómez era hombre luchador y defensor de sus empresas ya que, el 17 de febrero 1964, cuando estaba a punto de caducar su primera marca, registrada en 1944, ganaba un recurso contencioso-administrativo contra la resolución del Registro de la Propiedad Industrial de 30 de mayo de 1960, que había concedido a favor de la firma italiana “Societá Farmacéutico Italia”, domiciliada en Milán, la marca consistente en la letra mayúscula “F”, para distinguir productos dietéticos para la infancia, productos químicos destinados a la conservación de alimentos, aceites y grasas comestibles, con exclusión de pulpa de albaricoques y de melocotones en almíbar, dejándola anulada y sin efecto a petición de nuestro industrial.

Gracias a dos cartas que tenemos en nuestro Archivo Santos-Caballero, sabemos que la empresa Félix Gómez Castaño, S. L., exportó en 1957 a Dinamarca 1.666 cajas de 30 Kg de pulpa de albaricoque 100% y que a mediados del año siguiente su declaración de existencias de conservas ante el Instituto Nacional de Previsión fue de 9.810 cajas de 10 botes de 5 Kg, 2.801 cajas de melocotón y el resto de albaricoque, entre pulpa y orellón 100%. Esta empresa la formaron Félix Gómez Castaño y Antonio Gómez Gómez de Félix en el año 1952 con el objeto de fabricar conservas vegetales y su explotación; industrialización y comercio de espartos y sus manufacturas, incluyendo su recolección; importación de todo tipo de productos del extranjero; el negocio de espectáculos públicos y cualquier otra actividad auxiliar que requirieran los anteriores negocios.

Para concluir decir que Félix Gómez Castaño fue hombre trabajador y filántropo, muy volcado en la Semana Santa de su pueblo y en las fiestas. Precisamente también fue empresario taurino, accionista del Teatro Guerrero y, como recuerdan en la prensa murciana por la feria de Abarán de 1946, “artífice de toda la feria, puesto que en justicia hay que atribuirle desde 1os cimientos de la plaza, hasta la aceptación del caballero jerezano, señor Domecq, particular amigo de aquel, quien honrará con su actuación la nueva plaza de toros”.

Figura 1.- Membrete de Félix Gómez Castaño, S. L. Archivo Santos-Caballero

Figura 2.- Etiqueta de Félix Gómez Castaño, S. L. Archivo Santos-Caballero

Este artículo se publicó en la revista Abarán Feria y Fiestas 2022 por Pascual Santos López

Excelente conferencia sobre la vida y familia de Brunton y la Cieza de principios del siglo XX

El pasado jueves 17 de noviembre, en el Museo de Siyâsa, tuvo lugar la conferencia titulada “Bernard Haslip Brunton. La trayectoria vital de un ingeniero británico afincado en Cieza (1871-1953)”. Fue impartida por Manuela Caballero González que nos habló de su trayectoria vital y su llegada a Cieza para instalar, en 1896, la Fábrica de luz San Antonio del Menjú. Además de la formación de su familia con Carmen Trigueros y la vida social, cultural y deportiva de la Cieza de finales del siglo XIX y principios del XX.

La historiadora, con una excelente presentación y fotos de archivos familiares y públicos, fue presentada por el también historiador ciezano Francisco Javier Salmerón, que introdujo la Cieza espartera que encontró Brunton en 1896 y nos expuso parte de la trayectoria de la investigadora. Al terminar la exposición de Manuela Caballero se abrió un breve debate sobre la familia Brunton y la autora volvió a agradecer la ayuda y documentación prestada por la familia Brunton, Paz Palencia Anaya, María Dolores Piñera y Lorena Martínez.

Recordemos que el ciclo consta de tres conferencias que se imparten con motivo de la exposición en Cieza del proyecto “Huellas de la europeización en la Región de Murcia”, que se puede ver en el Museo de Siyâsa hasta el 11 de diciembre, sala “La Pecera”. La siguiente será el 1 de diciembre, con el título “Bernardo H. Brunton, un pionero en la industrialización de Cieza”, que será impartida por mi.

Exposición en Cieza del proyecto Huellas de la europeización en la Región de Murcia

El pasado viernes 11 de noviembre inauguramos Manuela y yo, junto al alcalde Pascual Lucas y las concejalas María y Conchi y el director del proyecto Klaus Schriewer, la exposición del proyecto “Huellas de la europeización en la Región de Murcia” en el Museo de Siyâsa de Cieza. Proyecto que difunde la figura de doce extranjeros europeos que contribuyeron a la modernización de la Región de Murcia y a su europeización.

La exposición estará abierta hasta el 11 de diciembre, donde se podrá ver el cajero automático de Brunton y Anaya, inventado en 1913 y cedido por la familia Brunton, un mecanismo de relojería anterior a la solución final, propiedad de la familia Anaya y muchos más objetos de la vida y empresas de Brunton, protagonista de la muestra en Cieza, junto a objetos cedidos por las familias representadas en la exposición.

Agradecemos desde aquí su ayuda al alcalde y ediles de Cieza, al director y personal del Museo, a las familias Brunton y Anaya, a María Dolores Piñera y a Lorena Martínez, que nos han prestado material para enriquecer la exposición. El proyecto cuenta con la colaboración del Ayuntamiento de Cieza, la Fundación Séneca y la Comunidad Autónoma de la Región de Murcia y las instituciones organizadoras son: La Universidad de Murcia, la Cátedra Jean Monnet, el Centro de Estudios Europeos y la Sociedad Murciana de Antropología.

De “menaor” a industrial e inventor: Vicente Martínez Piñera

Pascual Santos López

Con esfuerzo y constancia, Vicente Martínez Piñera mejoró las duras condiciones de trabajo en las fábricas de esparto de Cieza.

Una familia humilde y trabajadora

Según nos cuenta su hijo Pedro Luis, Vicente Martínez nació en 1893 en una familia humilde y comenzó a trabajar muy joven de “menaor”, como era costumbre en la época. Pero también asistió a la escuela nocturna después del trabajo, donde aprendió a leer y a escribir, cultura general y cálculo elemental. La “mena” era una rueda que servía para hilar el esparto y fabricar la cuerda. El “menaor” le daba vueltas a la rueda con una manivela de hierro, mientras el “hilaor” con una “maná” de esparto a la cintura iba añadiendo la materia prima de cara siempre a la “mena” y caminando lentamente hacia atrás formaba el hilo. El oficio de “menaor” era el menos especializado de la industria del esparto, por eso lo realizaban los niños, que obligados por la necesidad debían trabajar para ayudar en casa, con la consiguiente falta de instrucción y el riesgo de analfabetismo.

Sobre los dieciséis años de edad Vicente ascendió a “hilaor” en la fábrica de José García Silvestre, una de las más importantes de Cieza, que llegaría a emplear a 370 trabajadores a finales de los años treinta. Por su buen hacer, Vicente llegaría a ser maestro, ostentando dicho oficio hasta que se estableció por su cuenta. Justo al acabar la guerra, en 1939, instala una industria con cuatro ruedas de hilar esparto en el Ensanche.

Conocía perfectamente las necesidades y los problemas de la industria del esparto. Eso unido a sus conocimientos de mecánica le llevaron a registrar hasta cinco patentes que mejorarían sustancialmente la industria. La primera, registrada el 9 de abril de 1942, fue un freno para parar de forma automática y en marcha los mazos de picar esparto. Este freno daba seguridad a las labores del picado. Trabajo muy peligroso que realizaban las mujeres donde era necesario parar los mazos para el trabajo habitual y para evitar accidentes. No contento con esto, el 7 de diciembre de 1957 patentaría una máquina de rodillos para laminar el esparto y eliminar los mazos.

Rastrillar, un trabajo peligroso e insalubre

La operación de rastrillar se realizaba de forma manual. El operario se situaba de pie frente al rastrillo, que era una mesa inclinada llena de púas de acero de unos 20 cm, y con un manojo de esparto golpeaba desde arriba sobre las púas, dando un fuerte tirón hacia abajo para peinar la fibra. En esta operación de golpear no era difícil que se hirieran las manos. Además, el polvo continuo que se desprendía lo respiraban los trabajadores, siendo la causa de una enfermedad profesional respiratoria conocida como “espartosis”. Para evitar este trabajo tan penoso Vicente inventa una máquina rastrilladora, conocida en Cieza como la “Rastrilladora de Vicente Casallena”. Patentada el 24 de julio de 1952. El operario sólo tenía que poner el manojo en la mordaza y la máquina hacía el resto. En una foto de la época se aprecia al maestro mecánico Jaime Montesinos haciendo trabajar la rastrilladora inventada por Vicente. Este fabricante de maquinaria se especializó en la construcción de esa máquina que se vendía muy bien. Además, en las industrias de hilaturas se aprovechaba el desperdicio del rastrillado para hacer estropajos, por lo que Vicente registra el 12 de febrero de 1946 una marca de estropajos llamada LIMPSOL, que aparecía en los membretes de sus facturas.

Máquinas para mejorar la industria del esparto

En 1944 Vicente traslada su industria a la Cañada de la Horta y seguiría inventando, a pesar de no tener un taller propio, por lo que sus máquinas las construían los mecánicos de Cieza. Vicente las vendía y hacía presentaciones, que en algún caso boicotearon los trabajadores ya que temían que les quitara el trabajo, llegando incluso a estropear las máquinas, según su hijo Pedro Luis. El 2 de noviembre de 1950 patentaba también un disco de púas para destrozar las cabezas de esparto, que era la parte más dura de la planta y la que introducía inconvenientes en el hilado uniforme de la fibra.

El 9 de julio de 1955 registraba un “Dispositivo aplicable a máquinas de hilar” que sustituía la labor del accionamiento de las ruedas verticales, que realizaban los menores de edad. La innovación que supuso este dispositivo era evidente, ya que el propio hilador sin necesidad de auxiliar alguno, podía embragar y desembragar a voluntad la transmisión del movimiento sin más que tensar o destensar el hilo, aunque costó mucho que los menores fueran a la escuela, ya que las familias necesitaban esa ayuda.

Perfeccionando máquinas

Justo en 1956 Vicente pasa el relevo a su hijo Juan Martínez Caballero que se hace cargo de la industria de hilaturas de su padre. Juan Martínez registraría dos patentes: la máquina rastrilladora de su padre, con doble cabezal y chasis metálico. La que podemos ver en el Museo del Esparto y que fue registrada el 27 de agosto de 1963 y el mismo embrague de su padre mejorado para las máquinas de hilar, que registraba el 23 de agosto de 1963, un año antes de la muerte de su padre. Según su hijo Pedro Luis, Vicente Martínez estuvo impedido por enfermedad seis años antes de su muerte, que se produjo en 1964.

Como conclusión, decir que en septiembre de 1965 la Hermandad de San Bartolomé le hizo un homenaje a Vicente Martínez con una misa por el descanso de su alma, en la Ermita del Santo, recientemente restaurada y recordaron que a él se debía “la reconstrucción de la actual imagen utilizando la cabeza de la antigua, que fue destruida en guerra. El señor Martínez Piñera pudo guardarla como una reliquia, sin temor al peligro que corría su persona en caso de ser descubierta”.

Figura 1.- Vicente Martínez Piñera. Cortesía de Pedro Luis Martínez Caballero

Figura 2.- Freno para mazos. Archivo Histórico de la Oficina Española de Patentes y Marcas (AHOEPM)

Figura 3.- Membrete de factura y marca de estropajos. Archivo Santos-Caballero

Figura 4.- Diseño de la máquina de rastrillar. AHOEPM

Figura 5.- Cabezal de rastrilladora del Museo del Esparto. Archivo Santos-Caballero

Este artículo fue publicado por Pascual Santos López en Crónicas de Siyasa el día 21-10-2021

Del telégrafo a la industria y la inventiva en Mula: Constantino Herrera del Toro

Pascual Santos López y Manuela Caballero González

De familia bien posicionada en Mula, Constantino Herrera del Toro estudiaba el bachillerato en el Instituto de Segunda Enseñanza Alfonso X El Sabio de Murcia, al igual que hiciera su padre y su hermano Aquilino. Su promoción sería la del curso 1918-1919, justo en las mismas fechas que su padre, el farmacéutico Julián Herrera Romero, ponía en marcha la fábrica de conservas de La Industrial Muleña, S.A., junto a Francisco López Lamarca. Sociedad que se fundaba el 29 de diciembre de 1918 y comenzaba sus actividades el 1 de enero de 1919, siendo Julián Herrera su primer gerente.

Pronto los dos hermanos se verían atraídos por las nuevas tecnologías del momento y estudiaban las oposiciones al cuerpo de telégrafos en Madrid. Aquilino aprobaba en julio de 1920 y su hermano en años sucesivos, ya que en 1924 encontramos a los dos como oficiales de telégrafos y en 1926 Constantino estaba destinado en Madrid. La carrera de Constantino es fulgurante, pues dos años después es nombrado director de la sucursal del Banco Español de Crédito en Mula, la que se inauguraba el 16 de septiembre de 1928. Por otra parte, entre 1918 y 1920 data Juan González Castaño los inicios de la fábrica de conservas de María Miñano “El Niño Jesús de Belén”, más conocida como “La Ceña”, cuya razón social era Viuda de J. García Zapata. Empresa que presentaba suspensión de pagos el 17 de marzo de 1928 y que al final compraría Constantino Herrera.

La máquina de rastrillar esparto

En 1932 se casaba en Jumilla con Carmen Mora el “laborioso joven”, como lo distingue la prensa del momento. Su instinto emprendedor y el auge de la fibra nacional le llevaría a iniciar negocios en la industria del esparto en la ciudad de su esposa y el 17 de enero de 1952 registraba la marca MARUJA para distinguir capachos y capachetas fabricadas con esparto y justo al mes siguiente, el 9 de febrero de 1952, patentaba siete modelos industriales de agujas diferentes para la fabricación de capachos y capachetas, construidas en alambre de acero o hierro acerado con diferentes diámetros y largos, dependiendo de los tamaños que se le quisieran dar a los capachos.

Sin parar de innovar en su fábrica de capachos de Jumilla, el 26 de febrero de 1953 inventa y patenta por veinte años una máquina rastrilladora de esparto en coautoría con Antonio Murcia Nicolás. Industrial mecánico, director de Talleres Rivera. Empresa situada en la Carretera de Granada, 12 de Murcia. Especialista en construcción de maquinaria para conserva y que probablemente le fabricaría maquinaria para “Conservas La Ceña” y le llevaría el mantenimiento mecánico. Constantino Herrera, hombre hábil sabía con quien se asociaba, pues Antonio Murcia tenía en su haber mucha experiencia y seis patentes de maquinaria. Además, sería el primer director de la Federación Regional de Empresarios del Metal de Murcia (FREMM).

La rastrilladora venía a sustituir uno de los procedimientos más pesados, insalubres y peligrosos del trabajo industrial del esparto. Después de picarlo bajo mazos de madera para abrir la fibra se rastrillaba el esparto clavando los manojos a mano en unos pupitres inclinados llenos de púas y estirando para peinar la fibra, haciéndola más fina para permitir el hilado posterior. La máquina tenía dos peines paralelos de púas que batían los haces de esparto en un movimiento alternativo de subida y bajada evitando el trabajo manual del rastrillado.

Las fábricas de conservas de Mula y Sevilla

En agosto de 1955 existían en Mula dos fábricas de conservas: “La Ceña” de Constantino y “La Industrial Muleña” de su hermano Aquilino. Justo el mismo año que le concedían a Constantino la admisión temporal de hojalata en blanco para transformarla en envases de conservas vegetales con destino a la exportación. Las operaciones de corte, troquelado, estañado, envasado y cerrado de envases debían hacerse en la misma fábrica de conservas de la carretera de Pliego en Mula y se le concedía un plazo de entre dos y tres años para su exportación.

Pero el activo Constantino Herrera ya tenía un socio con el que montaría otra fábrica en Sevilla, José Sandoval Bernal, Importante industrial y alcalde de Molina de Segura en 1950. En 1958 legalizaban su fábrica de conservas vegetales, recientemente montada en la calle General Primo de Rivera, número 46 de Brenes, provincia de Sevilla. El capital social 3.000.000 pesetas y el valor de la maquinaria e instalaciones industriales 500.000 pesetas. Y no paraban de innovar, justo al año siguiente, en 1959 ampliaban su industria con nueva maquinaria por valor de 100.000 pesetas, para producir 100.000 kilogramos de pimiento morrón envasado y otros 200.000 kilogramos de guisantes al natural envasados.

Por otra parte, Juan Gutiérrez García nos dice que en 1965 los hermanos Navarro compraban la fábrica de conservas “La Ceña”, propiedad de Constantino Herrera, para convertirla en Conservas y Frutas S. A. (Cofrusa). Por tanto, los esfuerzos de Constantino se centrarían a partir de entonces en su fábrica de Sevilla y justo al año siguiente registraba la marca MERCURY y el diseño de su etiqueta con destino a la exportación, pues la leyenda decía en inglés: Mercury Brand. Packed by Constantino Herrera del Toro.

Figura 1.- Máquina de rastrillar de 1953. Archivo Histórico de la Oficina Española de Patentes y Marcas (AHOEPM)

Figura 2.- Registro de la rastrilladora en 1953. AHOEPM

Figura 3.- Registro de la marca MARUJA en 1952. AHOEPM

Figura 4.- Registro de la marca Mercury y etiqueta para conservas en 1966. AHOEPM

Este artículo fue publicado por Pascual Santos y Manuela Caballero en el periódico El Noroeste, 2-9-2021, p. 32.

Entre la industria del envasado y la pasión por la música: Félix Santos Moreno

Pascual Santos López

Anuncios de refrescos y gaseosas en las revistas ciezanas de Feria y Semana Santa nos acercan a las industrias locales de envasado de bebidas de mediados del siglo XX y nos sorprende que en 1959 hubiera en Cieza cinco fábricas de gaseosas trabajando para refrescar los tórridos veranos de nuestra tierra. En esta ocasión gracias a la buena memoria de su hija, María del Carmen Santos Marín, y el archivo familiar intentaremos reconstruir parte de la historia del industrial Félix Santos Moreno.

Sus padres, Félix y Carmen, tuvieron tres hijos, él, nacido el 9 de julio de 1916, fue el primogénito, junto a sus hermanos Felipe y Antonia, que falleció siendo una niña. A Félix siempre le gustó la música y antes de la guerra formó parte de la banda de Exploradores de Cieza, que se ocupaban de amenizar cualquiera de los actos, desfiles y campamentos en los que solían participar. Tras su intervención en la guerra civil, tenía por entonces veinte años, tuvo que acabar el servicio militar en San Javier. Allí formó parte de la banda musical del Ejército de Aviación, tocando el saxofón, y teniendo la suerte de estar en contacto con músicos de la talla de Ángel Pacheco Sornichero, de Alcantarilla, que por entonces era cabo, tocaba el oboe y había ganado por oposición una plaza de músico en la Escuela Premilitar de Pilotos.

Después de cumplir el servicio militar, durante la década de los cuarenta se dedicó al trabajo familiar, que era transportar mercancías a la estación y personas que viajaban en tren, mediante tartanas y galeras. Recordemos que a finales de los cuarenta la industria del esparto estaba en pleno auge. Su inquietud por la música le llevaría a formar parte de la Banda Municipal de Música de Cieza, siendo director Luis Gómez Templado. En 1945 contrajo matrimonio con Pilar Marín Marín, teniendo dos hijos, María del Carmen y Félix, que falleció a los nueve años.

En los años cincuenta decaía el transporte de mercancías ferroviario mientras aumentaba el transporte de viajeros por carretera. Lo que decidió a Félix a iniciar un nuevo negocio, que sería instalar una fábrica de sifones en una habitación de su casa particular, repartiéndolos en su galera. El técnico electricista ciezano Sebastián Marín fue quien instaló la fábrica y llenó el primer sifón. Desde 1951 encontramos a Félix Santos manteniendo una fábrica de sifones y gaseosas con una producción de envasado de 100 botellas por hora en su domicilio de Primo de Rivera, 16, la actual calle Mesones.

Los sifones de la época tenían diferentes envases: azules estriados, blancos estriados, verdes y transparentes, todos con cabeza de plomo, que por normativa de sanidad tuvieron que ser revestidas interiormente por plástico a mediados de los cincuenta y por último, en los años setenta totalmente de plástico. En los sifones lisos transparentes, imprimió su marca: FELIX SANTOS, junto al dibujo de la galera y su caballo Careto. Además todas las cabezas tenían el sello con su marca.

A mediados de los cincuenta amplió el negocio con la fabricación de gaseosas, con la marca HOGAREÑA. Los envases de gaseosa eran de dos tamaños: un litro con tapón de porcelana y un cuarto de litro con tapón corona. Las pequeñas tenían sabor a naranja o limón, siendo producidas por Félix añadiendo la esencia “Orange”, que adquiría de la casa Dallan de Badalona, cuyo viajante José cobró tal amistad con la familia que se quedaba a dormir en su casa. La sacarina empleada en la gaseosa de litro era de la sociedad Morató y Cía. de Barcelona y la maquinaria de la fábrica de gaseosas era de la empresa Instalaciones y Suministros Industriales González y Maíllo de Valladolid.

Además de su pasión por la música le encantaba el espectáculo, llegando a participar en el teatro de Don Juan Tenorio junto a Félix Gómez, a principios de los cincuenta. Un día, cargando la galera en 1955, le explotó un sifón en la mano cortándole el tendón de la muñeca derecha, debido a que los sifones no estaban protegidos por plástico, por lo que tuvo que dejar de tocar el saxo al quedar la mano inutilizada. A finales de esa misma década formó parte de la Orquesta Ritmo, donde tocaba la batería, realizando los ensayos en su casa. Su hija nos cuenta que fue el primero que sacó los timbales en las cabalgatas de los Reyes Magos.

Debido a su pasión por la música tenía gran amistad con personas de la talla de José Gómez Villa, gran compositor que da nombre al Conservatorio Profesional de Música y que fue nombrado Compositor de la Semana Santa de Cieza en 1995, y Manuel Juan Carrillo Marco, gran escultor e imaginero y también músico, con quien formaría la Agrupación Musical Santa Cecilia, junto a otro amigo, Juan Pérez, que se asoció algunos años después a esa aventura musical. La primera actuación de esta agrupación fue el traslado de María Salome, con el estreno del pasodoble que lleva su nombre y que es obra de Gómez Villa.

Según nos dice su hija, esta banda fue escuela de actuales maestros de música, profesores del conservatorio y algún compositor. Además de ser el origen de muchas de las bandas y charangas fundadas en Cieza. En 1976 la Agrupación Musical Santa Cecilia contaba ya con 27 músicos entre 12 y 18 años, exceptuando a sus fundadores, estudiantes y obreros de diversas profesiones. En ese momento la banda tenía once clarinetes, un requinto, un fagot, dos flautas, cuatro saxofones, cuatro trombones, un bombardino, tres bajos, cuatro trompetas, dos fliscornos, un clarinete bajo e instrumentos de percusión.

Debido a la amistad que tenían, José Gómez Villa compone un pasodoble dedicado a Félix Santos a finales de los cincuenta con el nombre de su gaseosa, con letra de Vicente Almela. Alrededor del año 1958 Félix quita la cuadra y los caballos, comprando uno de los primeros motocarros del pueblo marca ROA, que como recuerda su hija lo solía conducir siempre su madre Pilar. Por esos años de finales de los cincuenta o principios de los sesenta puso un tanque de fabricación de hielo donde estaban situadas las antiguas cuadras.

Además, en enero de 1964 amplía y sustituye maquinaria de su fábrica de sifones y gaseosas para satisfacer la demanda y ajustarse al Reglamento Técnico Sanitario de 1958, pasando de 0,736 kilovatios de potencia a 2,54 kW, con una inversión total de 74.400 pesetas. Sustituye: una saturadora por otra marca “Coromina”, una llenadora de botellas de dos grifos por otra de cuatro y un llenador de sifones por otro de dos cargas. Incorpora en la ampliación: un filtro purificador y descalcificador de agua, un compresor “Gelpha” con motor eléctrico “Electra de Sabadell” de 2 CV, un tanque para el enfriamiento de agua, capaz de producir doce barras de hielo de 12,5 kg cada una y una lavadora de botellas.

Al final, la evolución del mercado de los refrescos y la competencia de las grandes compañías embotelladoras de bebidas hicieron que los pequeños fabricantes abandonaran el envasado de gaseosas y sifones y se convirtieran en distribuidores de diferentes marcas, como le ocurrió a la fábrica de Félix Santos Moreno a principios de la década de los setenta. Aunque seguro que muchos ciezanos recuerdan esas botellas de gaseosas HOGAREÑA, o quizás tengan en su colección alguno de esos sifones tan preciosos con la marca FELIX SANTOS y el dibujo de su galera tirada por su caballo Careto.

Figura 1.- El industrial Félix Santos Moreno. Archivo familiar

Figura 2.- Sifones de Félix Santos. Archivo familiar

Figura 3.- Anuncio de gaseosa HOGAREÑA. Archivo Santos-Caballero

Figura 4.- Factura de Instalaciones y Suministros Industriales González y Maíllo. Archivo Santos-Caballero

Figura 5.- Reparto de la obra Don Juan Tenorio en 1948. Archivo familiar

Publicado por Pascual Santos López en Crónicas de Siyasa, 4-6-2021, pp.12-13.

Historias de luto y fiesta en el apeadero de La Macetúa ¡Si las vías hablaran!

Manuela Caballero González

En agosto de 1864 hacía su entrada la primera locomotora en la Estación de Ferrocarril de Cieza. Tras muchas vicisitudes se estaba poniendo en marcha la línea construida por la compañía MZA, que partiendo de Chinchilla llegaría hasta Cartagena. En ese trayecto atravesaba muchos pueblos, Hellín, Calasparra, Minas de Cehegín, Abarán, Alcantarilla, entre otros muchos. Además de las Estaciones se construyeron apeaderos, instalaciones ferroviarias que permitían el acceso de los viajeros a los trenes, pero sin la gran infraestructura que precisaban éstas.

En el tramo de vía férrea entre Cieza y Calasparra existe todavía uno que conoció mejores tiempos, el apeadero de la Macetúa, que toma su nombre del paraje donde está enclavado. En la actualidad podemos apreciar que en dicho paraje proliferan los cultivos de árboles frutales, pero para hacernos una idea de cómo eran las tierras que rodeaban a la pequeña estación, podemos recurrir a la descripción que el poeta Vicente Medina hace de él en su Patria Chica: “En los secanos cuyas tierras son fuertes, es donde más se dejan sentir los desastrosos efectos de la sequía. Tales son en la parte de Cieza los parajes Venta del Olivo, Fuente del Judío, extensas llanuras de Cajitán, La Herrada, El Horno, La Macetúa, El Quinto y el Madroñal”.

Estas instalaciones daban un servicio importante a las poblaciones, influyendo en el desarrollo y expansión del tren, medio de locomoción que revolucionó tanto la industria como el transporte de personas y mercancías. En nuestro caso dio buenos servicios a los trabajadores de la localidad y alrededores que se desplazaban por este medio a las fincas ubicadas en esos parajes, así como a los viajeros que llegaban hasta allí por los pésimos caminos vecinales que unían Cieza con el suburbio de la Macetúa.

 A día de hoy se ha convertido en uno de los puntos claves para admirar la floración de esos árboles frutales, siendo motivo de bellas fotografías y comentarios nostálgicos sobre su abandono y paulatino deterioro cuando su función dejó de ser considerada necesaria. Las decisiones con connotaciones económicas o logísticas lo dejaron varado junto a las vías, viendo pasar sin detenerse lo que en un tiempo hizo de él un hervidero de vida.  Porque este edificio fue mucho más que un simple punto de intercambio y tiene muchas historias, como tantos otros a lo largo de nuestra geografía que han perdido el tren, y que sin duda podrían haber tenido alguna utilidad.

En este pequeño artículo tan sólo he recogido algunos episodios, unos alegres otros luctuosos, que un día llevaron a nuestro apeadero a salir en la prensa, vivencias que conoceremos como si retrocediésemos en el tiempo, imaginándonos ser los ciezanos que leyeron estas noticias hace más de un siglo. Concretamente una de ellas servirá para subir a un tren de la época, recrear el trayecto, conocer una finca cercana al apeadero y saber cómo se divertía un grupo de jóvenes ciezanas de familias acomodadas muy conocidas en la localidad.

Agosto de 1874. En el Juzgado de Cieza se cita a quienes tienen derecho a los efectos “que han quedado a la muerte desgraciada de Abelardo Blanco, de nación italiano” que trabajaba como operario en la vía férrea de esta ciudad. El accidente con fatal desenlace tuvo lugar el 20 de julio al caer desde el puente de La Macetúa según nos cuenta La Paz de Murcia.

Febrero de 1900. En las páginas de Las Provincias de Levante leemos que debajo del puente de La Macetúa, entre las estaciones férreas de Cieza y Calasparra, ha sido encontrado el cadáver de un hombre, que el Juzgado ha identificado como el joven Joaquín García Sánchez de 21 años, natural y vecino de Cieza que pertenecía al 11ª Brigada de trabajadores de aquella vía. Según el informe “el referido joven fue atacado de un accidente al pasar el puente” cayendo al fondo del mismo y muriendo en el acto.

Agosto de 1913. La Verdad de Murcia titula: Desgraciado accidente.

“El mixto ascendente alcanzó a un viajero entre La Macetúa y esta estación [Calasparra] el cual murió en el acto. Su nombre era Saravia y se dirigía a esa localidad para disfrutar de una corrida de toros”. No sabemos cómo les fue a los diestros, pero el desafortunado viajero sí que tuvo una mala tarde. Bastantes años después, concretamente en julio de 1944, ocurriría otro importante suceso. Entre las estaciones de Cieza y La Macetúa a la una de la madrugada estallaba la caldera de la máquina del tren correo de Cartagena a Madrid que había salido de Murcia a las diez y cinco, en la terrible explosión murió el maquinista y el fogonero, aunque “no hubo ningún herido entre los centenares de viajeros que ocupaban el convoy” acudiendo los primeros socorros desde las localidades vecinas, entre ellos una ambulancia de Cieza. Según cuenta el Diario Línea pudo haber sido peor ya que de la máquina sólo quedaron sobre la vía los juegos de ruedas y el resto de la locomotora fue lanzado muy lejos, quedando fuera de la vía el coche correo y dos vagones de pasajeros, derribando más de doce postes telegráficos. El caos fue grande y aunque los viajeros fueron trasbordados a otros medios, cerca del apeadero de La Macetúa quedaron detenidos numerosos trenes de mercancías, algunos con frutas y hortalizas frescas mientras las brigadas se afanaban por despejar las vías.

Pero también fue motivo de jornadas alegres, como por ejemplo la excursión realizada el día de San Antón de 1923 por un grupo de jóvenes pertenecientes a conocidas familias acomodadas de la población. Partieron de la Estación de Ferrocarril de Cieza con destino al apeadero, donde pasarían la jornada y creo que por la curiosa y detallada información merece la pena transcribir buena parte del relato que apareció en la prensa, permitiéndonos viajar en tren a La Macetúa en un trayecto que duraba apenas media hora y del que hoy nos separan casi 100 años.

El 21 de enero de 1923 Nueva Cieza publica el relato del viaje:

“Serían las nueve de la mañana, cuando nos reunimos en casa de la respetable señora Dª Ana Pérez, desde donde emprendimos la animada marcha, a la Estación. Llegamos a las diez y mientras esperábamos el tren, bailaron la primera jota las graciosas señoritas Micaela Ros y Carmen Marín-Ordoñez, acompañadas del entonado terceto formado por las señoritas Antonia Pérez, María Durá y Encarna Marín. Telefoneamos a la Macetúa avisando que llegábamos en el lujosísimo tren carreta, y el muy amable Sr. Jefe nos contestó en los siguientes términos: Esperamos impacientes la llegada de las señoritas excursionistas; mi hijo les hará con muchísimo gusto los honores debidos a tan distinguidas beldades”.

Al igual que a los lectores me llamó la atención como sería ese “lujoso tren carreta”. Se denominaban así a los que marchaban a poca velocidad y paraban en todas las estaciones, llamados generalmente mixtos, y en cuanto al lujo nos lo describe nuestra reportera.

 “A las once menos diez nos instalábamos en los confortables coches asientos de cuero repujado, y blandos muelles. Antes de partir el tren, apareció un paisajista, y no encontrando nada más natural que nuestras lindas figuritas, nos hizo unas cuantas fotografías”. Qué pena no tener ese documento. Aunque sí he podido recopilar las imágenes de alguna de ellas, sería interesante recuperar más. Pero sigamos que el tren está a punto de salir.

“También antes de partir, rezamos un padre nuestro a San Antón para que nos protegiera durante el viaje. A las once y veinticinco, el tren se puso en marcha y, sin habernos puesto de acuerdo, entonamos al unísono el sublime himno al Cristo de nuestros amores, terminando con un entusiasta ¡viva! Que salió del fondo de nuestros corazones. Los paisajes que desfilaron ante nuestros ojos durante el trayecto, no es posible describirlos. La frondosa vega ciezana, se dejó ver con toda exuberancia; no paramos un momento de charlar de cantar, hasta las doce menos diez, que dimos vista a la Estación.

El Sr. Jefe y su familia, esperaban en el andén y nos acogieron con una amabilidad sin límites. Enseguida nos dirigimos a la finca llamada “Cabezo Redondo” donde habíamos de pasar el día y para hacer apetito jugamos a la comba, bailamos y empezaron una partida de boli, las señoritas Pascuala Pérez, María Durá, Carmen Marín Ordoñez y Encarna Marín y María de Arce, Josefa Gómez y Enriqueta Moxó y Antonia Pérez resultando vencedoras las cuatro últimas. Terminada la partida la señorita Ramona Rubio, recitó la poesía ¡Pobre María! “.

Detenemos aquí un momento el relato de nuestra cronista para saber qué juego era ese del boli.

Investigando un poco encontramos que es un juego muy antiguo y puede tener otras denominaciones según el lugar dónde se practica, así lo podemos encontrar como Pic, Pala, Pita, Bólit, y digo se practica porque no es cosa del pasado ya que sigue siendo muy popular en muchos países entre ellos España, disputándose incluso campeonatos, concretamente Castellón acoge uno a nivel mundial, como vemos no ha caído en el olvido aunque ya no se vean a los niños practicándolo en la calle como era habitual.

Las herramientas son palas de madera que van sujetas por una cuerda a la muñeca del jugador, el Boli es un trozo de bastón redondo con punta tipo lápiz de olivo o naranjo y una piedra. Hay que contar con un amplio espacio en cuyo centro se sitúa el puesto de “pique” marcado con un cuadrado. Se colocaban dos jugadores frente a frente a unos 10 o 12 metros de distancia. El que restaba decía «boli» y el que servía decía «va» y golpeando con la pala un extremo del cilindro (boli) para que se separara del suelo, lo impulsaba con un golpe hacia el otro jugador que a su vez tenía que devolverlo sin que cayera al suelo. El que fallaba en la devolución perdía el tanto. No estaría mal recuperar antiguas formas de divertirse al aire libre, pero sigamos con nuestro relato, tras terminar el partido.

“De pronto oímos una infantil vocecita que gritaba ¡Mi abuelita dice que ya están los gazpachos! Era Federiquin de Arce, que salía de la casa seguido del colono, con la enorme sartén que colocó en medio de la era, alrededor de la cual nos fuimos acomodando. Fue una comida opípara; se derrocharon con profusión los más exquisitos y delicados manjares al final junto con los dulces y el café, se descorcharon unas cuantas botellas de champagne.

Una vez terminada la comida, emprendimos la ascensión al redondo cabezo que da su nombre a la finca, y allí encendimos una hoguera en honor al santo del día.

Después nos marchamos a la Estación donde continuaron los bailes y jolgorios, hasta que, de pronto nos vimos sorprendidas por la agradable visita de nuestras simpáticas amigas las señoritas de Parra y Brunton acompañadas de sus respectivos hermanos. Regresamos a la finca, donde doña Ana y su hija Dª Josefa Buitrago, hicieron los honores de la casa, obsequiando a los visitantes con una espléndida merienda.

Cuando la noche empezó a extender su manto tenebroso, nos agrupamos alrededor de la gran cocina de campaña, comentando los incidentes de día, hasta la hora de ir a tomar el tren. Las señoritas Josefa Pérez, Isabel Gómez, María Molina, Consuelo Sánchez, Pascuala Gómez y Braulia de Arce, nos distrajeron mucho con sus graciosas ocurrencias. En la Estación, mientras esperábamos el tren, el Sr. Jefe nos invitó a pasar a su casa, organizando en nuestro honor un baile con guitarra y bandurria. Su hija cantó unas jotas con artísticos gusto e ilimitada melodía. Un cuarto de hora después, llegamos a Cieza, dando gracias a Dios por haber transcurrido el día sin ningún incidente desagradable”. El texto publicado en Nueva Cieza es sin duda de una de las viajeras, pero no lo firmó, por lo que no sabemos el nombre de esta reportera en ciernes. La hemeroteca nos ha traído ecos de otros tiempos y le ha dado un poco de vida a esta ruina evocadora que ahora es el apeadero. También nos ha dado a conocer un tiempo en que el tren hacía posible viajar entre poblaciones cercanas de una manera que ahora no podemos disfrutar. No siempre es cierto el dicho “cualquier tiempo pasado fue mejor” pero en algunos casos sería bueno echar la vista atrás y reflexionar sobre si verdaderamente hemos avanzado en ciertas cuestiones o estamos en vía muerta.

Imagen 1.- Apeadero de La Macetúa en la actualidad. Archivo Santos-Caballero

Imagen 2.- Puente en las inmediaciones del apeadero de La Macetúa. Archivo Santos-Caballero

Imagen 3.- Noticia en Nueva Cieza. Archivo Municipal de Murcia

Imagen 4.- María de Arce. Archivo Municipal de Murcia

Imagen 5.- Braulia de Arce. Archivo Familiar

Artículo publicado por Manuela Caballero González en Crónicas de Siyasa con fecha: 14-5-2021, pp.4-5.

Entre la industria, el periodismo y la inventiva: José Gómez Velasco

Pascual Santos López

Tarjeta postal de José Gómez Velasco en 1945. Archivo Santos-Caballero

En muchas ocasiones encontramos pequeños documentos, cartas, facturas, fotos o incluso un simple sello de empresa en un papel, que los historiadores aprovechamos para tirar del hilo de Ariadna. En el caso que nos ocupa tuve la suerte de encontrar una tarjeta postal de la industria ciezana de José Gómez Velasco, remitida a Teruel desde Cieza en enero de 1945 y que ya forma parte de nuestra colección “Archivo Santos-Caballero”.

Por las noticias que hemos podido recabar, la familia Gómez Velasco era la arrendataria del Molino de la Huerta, más concretamente encontramos al cabeza de familia, José Gómez Maquilón, manteniendo un molino y una piedra de moler de 70 decímetros cuadrados, movida por fuerza hidráulica en el paraje de la Huerta, que se alimentaba de la Fuente del Ojo.

Según Antonio Ballesteros este molino también era conocido antiguamente como de la Encomienda o del Comendador. Gómez Maquilón mantuvo en explotación el más conocido por los ciezanos “Molinico de la Huerta” durante toda la década de los cuarenta y posteriormente pasaría a manos de su hijo Juan Gómez Velasco desde 1951 hasta 1959, que aparece en los documentos del Ayuntamiento como “Fallido”, probablemente porque la explotación de los acuíferos de la Sierra de Ascoy secaría la Fuente del Ojo. José Gómez Maquilón fallecía el 7 de noviembre de 1971 en la calle Víctor Pradera, 6 (Edificio Mina). Lo que hoy es la calle José Planes. Acompañado de sus hijos: José, Manuel, Jesús, Juan y Antonia Gómez Velasco.

Volviendo a la industria del esparto, encontramos a José Gómez Velasco manteniendo una fábrica de hilados entre 1944 a 1947 con diez ruedas de hilar en la Avenida del Caudillo. En la actualidad Camino de Murcia. En 1948 aparecen las diez ruedas de hilar de la Avenida del Caudillo a nombre de la empresa “Industrias de Esparto”, pero lo más curioso es que José Gómez Velasco aparece de nuevo con tres ruedas de hilar en la Calle Víctor Pradera entre 1951 y 1957. Eso nos hace pensar que puede que las diez ruedas anteriores fueran arrendadas y al pasar a otra empresa José Gómez luego tendría las otras tres en propiedad, aunque eso no lo sabemos con certeza.

Lo que si sabemos con seguridad es que José Gómez solicitaba en 1944 registrar la marca de su industria “W” para distinguir hilados y trenzados de esparto, siendo sus productos manufacturados todo tipo de cordeles, betas, sogas y trenza de dicha fibra. La marca se la concedían el 5 de diciembre de 1944.

Marca de José Gómez Velasco. Archivo Histórico de la Oficina Española de Patentes y Marcas

Además de industrial del esparto, José Gómez Velasco era funcionario del Ayuntamiento de Cieza y estaba casado con Dolores Lucas Zamora, pues en 1950 la prensa se hace eco del nacimiento de sus dos gemelos y en junio de 1953 de un viaje particular a Marsella, puede que para dar salida a los productos de su fábrica.

Otra de las facetas de José Gómez Velasco era el periodismo, pues lo encontramos como corresponsal de La Verdad en Cieza durante la década de los sesenta y los setenta. Muy querido por sus compañeros periodistas, que le apodaban “Salieri” y publicitaban con regocijo las noticias de su familia, como la boda de su hija Antonia de la Cruz Gómez Lucas, en mayo de 1971, con Jesús Balsalobre Alguacil en la iglesia de San Juan Bosco; o el nacimiento de su nieto Miguel Ángel en octubre de 1976, segundo hijo de su hija María Dolores y Antonio Caballero García.

A pesar de la crisis del esparto José Gómez siguió intentando desarrollar y perfeccionar productos de esta fibra tan ciezana, ya que precisamente el 13 de octubre de 1971 solicitaba registrar patente por veinte años por un “Procedimiento industrial para la obtención de fibras de esparto blanqueada y esterilizada para diversos usos”. Patente que le concedían el 13 de julio de 1973, donde explicaba una forma de blanquear el esparto directamente recogido tras su exposición al sol en la tendida, puesto en haces verticales de un solo atado en cámaras herméticas, se le sometía a los gases del azufre, hasta que se sacaba cuando gracias a una mirilla se veía que estaba blanqueado y esterilizado. Al parecer nuestro inquieto industrial, periodista e inventor estaba enfermo y según la noticia de su fallecimiento, se había jubilado del Ayuntamiento dos años antes, debido a la enfermedad que padecía y aunque no ofrecía extrema gravedad un fallo cardiaco le produjo la muerte en la mañana del jueves 10 de enero de 1980. Triste noticia que causó profundo sentimiento ya que era muy querido en el pueblo. Esperemos que esta humilde reseña sirva para recordar la memoria de este ciezano.

Publicado por Pascual Santos López en El Mirador de la Prensa, 14-5-2021, p. 16.

Del esfuerzo del ahorro al desarrollo de la industria: Francisco Guirao Marín

Pascual Santos López

Tiempos difíciles recorrían la España de 1872. Hacía poco que se había producido la Revolución de 1868, pero el pueblo seguía sufriendo hambre y sed de buen gobierno. Muy pronto se produciría la abdicación del rey Amadeo de Saboya y la proclamación de la Primera República Española. Un joven soldado ciezano, Francisco Guirao era destinado con 17 años al Regimiento de Artillería nº 1 de Madrid y justo un año antes de acabar su servicio militar un nuevo golpe de estado proclamaba la Restauración borbónica. En 1875 volvía a su tierra y se empleaba como vigilante de los montes públicos de Cieza, según nos cuenta su bisnieto Javier Martínez Alcázar.

Francisco Guirao Marín nacía en Cieza el 19 de julio de 1855 “a las ocho de la noche”. Hijo de Francisco Guirao Morote y Juana Marín Marín. Nieto de José Guirao, Catalina Morote, Francisco Marín y Elvira Marín. El 20 de agosto de 1880 se casaba con Manuela Ortega Moya y tendrían nueve hijos: Gertrudis, José María, Amparo, Pacífico, Alfredo, Francisco, Pilar, Salvador y Aurelio.

Francisco Guirao era conocido en Cieza como “Morote” y tras dos años de trabajar como guarda de montes es ascendido a jefe del Servicio de Vigilancia de los Montes Públicos, cargo que ejercería a lo largo de diez años haciendo amistad con otro guarda del mismo servicio, Mariano Martínez Montiel, también conocido como “Martinejo”. Los dos amigos eran jóvenes ambiciosos y decidieron que si lograban ahorrar 1.000 pesetas podrían iniciar algún negocio, como así sucedió. En 1885 Francisco y Mariano dejaban su trabajo y montaban cada uno un horno de pan.

La demanda de esparto para la fabricación de lazos aplicado al amarre de cajas de naranjas y para la industria papelera británica inició el auge de esta fibra. Con trabajo, esfuerzo y ahorro Francisco Guirao consigue instalar un almacén de esparto hacia 1890 en una casa adquirida en el Camino de Madrid, mientras mantenía su otro negocio, que en 1894 convertiría en una floreciente abacería en el número 35 de la calle Cánovas del Castillo, con la ayuda de su familia. En enero de 1902 aparecía ya en el número 25 del censo de mayores contribuyentes de Cieza, con una contribución de 430 pesetas, siendo el primero Antonio Marín Oliver con 2.960 pesetas y el último Joaquín Zamorano Rodríguez con 96 pesetas. Según su bisnieto, estar en esa lista no era cuestión baladí, pues la Ley de 8 de febrero de 1877 les permitía elegir, junto a los concejales, a los compromisarios para las elecciones al Senado. El 8 de noviembre de 1903 participaba en la política municipal, presentándose por el partido conservador al Concejo; tomando posesión del cargo en la sesión del 1 de enero de 1904 junto a otros concejales y como alcalde Diego Martínez Pareja. Francisco trabajó en la Comisión de Obras Públicas y Montes, presidida por el alcalde y con su gestión se mejoraron el control de las subastas de esparto en los montes públicos y el camino vecinal entre Cieza y Calasparra.

En esos años Francisco seguiría acrecentando sus negocios de abacería y almacén de espartos y viviendo en la calle Cánovas, ya que lo encontramos entre 1907 y 1918 contribuyendo por la abacería en Cánovas, 35 y en 1917 comienza ya con un torno de hilar esparto también en Cánovas, 35, pero en 1919 se muda a su casa del Paseo Marín Barnuevo, donde contribuye con una fábrica de jarcias y cables de esparto movida a mano, una fábrica de marañas de esparto y un torno. Justo en ese año de 1919 ya no aparece la abacería, puede que sus negocios de esparto le exigieran toda su atención. Además, sus hijos mayores ya le ayudaban: Gertrudis probablemente estaría en la abacería de su padre y José María Guirao Ortega aparece desde 1912 con otra abacería situada en la calle Padre Morote, 1, hoy calle Altozano. Abacería que mantendría hasta 1924. Su otro hijo Pacífico Guirao cotizaba en 1916 por venta de cordeles y sogas de esparto en Cánovas, 35.

En 1924 se producía el gran despegue de las empresas Guirao. Francisco Guirao instalaba una fábrica de conservas en Cieza y otra en Archena y una prensa mecánica para envases de hojalata en Cañada de la Horta para dar servicio a sus fábricas. También solicitaba ese mismo año una marca para distinguir conservas de frutas y vegetales, denominada “La campana” y justo al año siguiente sigue viviendo en el Paseo, pero la fábrica de jarcias, sogas y marañas de esparto y un torno movido a mano las pasa a la calle Cordovín, adquiriendo cuatro tornos más en 1926. En 1925 instalaba diez pares de mazos de picar esparto en Cañada de la Horta, que al año siguiente se convierten en catorce. Entre los años de 1923 y 1926 también cotiza por un pequeño camión para mudanzas de 2 HP domiciliado en el Paseo.

En 1928 Francisco Guirao tenía la mirada puesta en la exportación, por ello solicitaba su otra marca para conservas “Liberty” con la Estatua de la Libertad sobre un triángulo e inscrita en un círculo de sogas de esparto, con su nombre y la denominación de marca registrada en francés, preparada para el mercado internacional. Marca que modificaría al año siguiente por la definitiva y ya conocida “Guirao”, que le concedieron el 24 de mayo de 1929. Durante estos años las empresas Guirao conseguirían afianzarse en calidad y prestigio, llegando a ser una de las primeras firmas ciezanas.

Los acontecimientos revolucionarios en la España de 1934, en pleno segundo bienio de la Segunda República Española, también afectaron a las empresas ciezanas. Numerosas huelgas y atentados se produjeron en esa época. Aunque no se sospechó que fuera intencionado, el 26 de marzo de 1934 se iniciaba un imponente incendio en la fábrica de espartería de Francisco Guirao frente a la estación férrea, ardiendo dos naves con manufacturas de esparto y madera para la fabricación de cajas de conserva. “El pueblo entero acudió a ayudar a la extinción del incendio”, presentándose las autoridades y una sección con 17 bomberos de Murcia, que llegaron a la una de la madrugada y consiguieron extinguir las llamas por la mañana. El edificio y la mercancía estaban asegurados a todo riesgo y se calcularon las pérdidas en unas doscientas cincuenta mil pesetas.

También en plena Revolución de octubre, en la madrugada del 12 de octubre de 1934 explosionó una bomba de gran potencia en la casa del paseo de Francisco Guirao, produciendo desperfectos de consideración y rompiendo los cristales de la casa, con el consiguiente susto a la familia y vecinos. También se pegaron en puntos visibles del pueblo pasquines escritos a máquina incitando a la rebelión, siendo arrancadas por los guardias y haciéndose venir a Cieza una batería del sexto ligero de Artillería de la guarnición de Murcia, para contribuir al sostenimiento del orden.

Como sabemos, en 1936 llegaría la Guerra Civil, aunque Francisco Guirao Marín no la vería, pues moría de un colapso cardiaco el 1 de octubre de 1935 a los 81 años de edad. A su muerte, su esposa e hijos registraron su fallecimiento en el registro de empresarios el 4 de diciembre de 1935 y declararon continuar con las operaciones mercantiles de su padre, manteniendo su nombre comercial y conviniendo que su firma sería llevada indistintamente por sus hijos varones José María, Pacífico, Francisco, Salvador y Aurelio. Al año siguiente y declarando comenzar sus actividades el 1 de abril de 1936, la empresa pasaba a denominarse “Sucesor de Francisco Guirao Marín”, cuando su hijo José María se registraba como empresario individual. En aquel momento la empresa contaba con fábricas de conservas movidas por fuerza mecánica en Cieza y Archena, dos juegos de prensas de envases para la conserva, fábrica de espartos en Cieza con 24 pares de mazos de picar, 16 ruedas de hilar, un torno de retorcido mecánico y venta al por mayor de artículos de esparto. En mayo del mismo año se renovaba también la concesión de admisión temporal de hojalata en blanco sin obrar a nombre de la nueva entidad mercantil. En el censo industrial de Cieza de 1939 la empresa aparece como la primera en capacidad de empleo con 416 trabajadores en plantilla. Al año siguiente la empresa cambiaría su denominación a “Guirao Hermanos y Compañía”, comenzando una nueva etapa en la historia de esta empresa familiar, pero esa será contada en otra ocasión.

Figura 1.- Retrato de Francisco Guirao realizado por su hijo Salvador Guirao. Archivo de Javier Martínez Alcázar

Figura 2.- Anuncio de Francisco Guirao Marín en 1922. Archivo Municipal de Murcia

Figura 3.- Marca La Campana. Archivo Histórico de la Oficina Española de Patentes y Marcas

Figura 4.- Marca Liberty. Archivo Histórico de la Oficina Española de Patentes y Marcas

Figura 5.- Marca Guirao. Archivo Histórico de la Oficina Española de Patentes y Marcas

Artículo publicado por Pascual Santos López en Crónicas de Siyasa, 23-4-2021, pp. 4-5.